El niño de la ballesta.

“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.”. Pedro Calderón de la Barca, escritor barroco español y una de las grandes figuras del llamado siglo de oro; conocido y reconocido por su teatro y fallecido en 1682.

Un cuento se considera una breve narración, ficticia o real, con un argumento sencillo y muy fácil de entender. Una leyenda se acepta como tal cuando narra hechos reales, sobrenaturales o ficticios o una mezcla de ambos.

La vida del ser humano, desde tiempos inmemoriales, a precisado de cuentos y leyendas; válvulas de escape, tradición oral, distracción en las noches de invierno, cultura popular y sobre todo vidas y hechos distintos, ejemplares u odiosas, que aportaban al ser humano la dosis necesaria de imaginación, fantasía, anhelo y en ocasiones temor.

La sociedad actual agoniza entre estertores de grandeza, vacía de contenido y totalmente vacua de valores imprescindibles para el ser humano.

Es lo que hay, y no descubrimos la cuadratura del círculo ni nos otorgarán un premio Nobel por semejante aseveración; es triste reconocerse en la globalidad de la estupidez y en la individualidad de la impotencia.

La enfermedad terminal que nos asola se muestra cada día, revienta en nuestras narices cual piñata explosiva.

Que un niño, de 13 años, esté enganchado a una conocida serie televisiva de zombies puede no indicar mucho.

Lo que ya rechina, pasma y nos deja con la boca cual túnel es que el tierno infante – un aciago día – pille una ballesta, un machete y un cóctel molotov (cual personaje de la serie) se tome sus cereales y se vaya directo al instituto.

Y lo que ya acojona, entristece, indigna y solivianta es que el referido “querubín” con una sangre fría, digna del verdugo más avezado, mate a un profesor y provoque heridas a otras cuatro personas.

Por fortuna para él esto no es Estados Unidos de América, por desgracia para sus progenitores el niño es un asesino por muy inimputable que legalmente sea.

No entraré a valorar el desgraciado hecho, suficiente dolor soportan los familiares y amigos de la víctima y los heridos. Pero hechos tales merecen, al menos, una pequeña reflexión.

¿En qué nos estamos convirtiendo?… Sinceramente no lo se, lo que sí atisbo a entrever es que la globalidad engendra individualidades peligrosas y deshumaniza de forma bastarda.

Siempre hemos necesitado de cuentos y leyendas, buenos o malos, mejores o peores han cubierto nuestro lado inquisitivo; nuestra natural disposición a lo imaginativo, al sueño en vida.

Hemos perdido la capacidad de ilusionarnos, asombrarnos, atemorizarnos o enternecernos a la luz de un fuego. Y lo hemos sustituido por el neón de un plasma, tablet, ordenador o televisión.

De historias enriquecedoras, ñoñas, o simplemente atractivas, hemos pasado a trocear zombies, degollar humanos y tomarnos los cereales mientras la sangre inunda la pantalla.

Nunca se debe generalizar, no sea que acabemos en la hoguera, pero nuestras devociones oníricas ya han dejado los bosques, los castillos, los campos de batalla en buena lid, los dragones sedientos y en definitiva los sueños profundos.

Todo lo anterior lo hemos sustituido por el estercolero de la prensa del corazón, la bazofia de algunas series televisivas sanguinolentas, la casquería de las redes sociales y en definitiva vivir – aunque tan sólo sea durante unos minutos -otras vidas o soñar con ellas.

Confieso que vivo mi personal cuento, sencillo y muy fácil de entender, lo hago sin pudor y públicamente.

Me llena, me da vida y me aporta ilusión; convivir con dos perros lobos checoslovacos es un cuento hecho realidad, resulta breve en su desarrollo, sencillo y fácil de entender en su desenlace…. para todo aquel que quiera y desee abrir su corazón.

Es un bello cuento, no exento de leyenda, que me enseña valores; me aporta la posibilidad de observar, de agradecer y de sentir la naturaleza en cada milímetro de mí ser.

Este cuento no deja de ser un sueño, que cada día te despierta a lo natural.Te acerca al lenguaje no escrito del mundo animal, a sus grandezas y miserias.

Una lección de vida, en la que valoro cada vida en su máxima expresión…valoro las cosas pequeñas, importantes y diarias.

Aprendo cada día algo nuevo, y nunca he recibido odio, agresividad injustificada ni psicopatías criminales.

Tal vez estemos necesitados de nuevos cuentos y leyendas, o quizás sean sueños del que escribe, tal vez ese niño de 13 años nunca convivió con la naturaleza, ni recibió valores innatos a la propia vida.

Quién sabe, es muy fácil juzgar…lo realmente difícil es determinar el por qué de las cosas.

Y la vida sigue, implacable y retorcida en los vericuetos de la mera supervivencia; nuestras vidas siguen. Con mayor o menor fortuna vivimos,  gracias a que de momento no hemos tenido un aciago día…..en el que un niño de 13 años decida que matar es el camino.

Seguiré con mi cuento, viviendo ese sueño que me despierta cada día, seguiré honrando las palabras de Pedro Calderón de la Barca “y el mayor bien es pequeño”….”que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

Mis sueños, nacidos de cuentos y leyendas, me ilusionan y me enseñan cada día valores……un par de locos perros lobos checoslovacos me acercan a esos valores, con miradas limpias de sangre y casquería.

El frenesí, la ilusión, la sombra y la ficción de esta vida nunca deben llevarnos a otro puerto que la cima de una montaña, en la que respirando hondo inundemos nuestro ser sin arrebatar nada a nadie.

In memoriam.

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