El último lobo.

“Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.”. Mariano José de Larra y Sánchez de Castro, escritor, poeta y político español amén de periodista; considerado uno de los mayores exponentes del llamado romanticismo. Fallecido en 1837.

Por primera vez, en esta serie de artículos, una película me ha provocado pasmo, admiración y reflexión a partes iguales.

En el año 2004 el escritor chino Lü Jiamin, bajo el seudónomino de Jiang Rong, publicó una novela semi-autobiográfica que recopilaba su experiencia personal en plena revolución cultural de la China de Mao Zedong.

El contexto socio político de la época: El joven Lü, al igual que millones de estudiantes chinos en la década de 1966 a 1976, es movilizado por los cuadros dirigentes del partido comunista chino hacia zonas rurales; el objeto es trasladar la revolución, y la enseñanza básica en lectura y escritura, al campesinado por parte de los jóvenes estudiantes de las ciudades.

Lü es destinado  a  Mongolia, país de vastas estepas y horizontes inmensos, y con el cometido de educar a una familia de pastores nómadas; dos años de servicio comunitario en un entorno desconocido, absolutamente natural y en el que la convivencia del hombre con el medio ha sido dura y aleccionadora.

Los mimbres de la historia se tejen en torno a ese primer hilo conductor, en este punto debemos resaltar que se trata de hechos reales. Hechos vividos por el autor, y que habrán podido ser más o menos novelados pero que sucedieron y por lo tanto marcaron su vida.

Un joven cargado de ilusión, lleno de vigor revolucionario, desembarca en una sociedad tribal; descubre maravillado el perfecto equilibrio entre la naturaleza y el hombre en un entorno hostil, inmenso y bello hasta la extenuación.

El filme es una nueva obra maestra del director francés Jean Jacques Anaud, una fotografía impresionante y una cuidada puesta en escena que tras de sí conlleva el trabajo de un equipo de rodaje de 450 personas.

El hilo argumental, basado en la obra de Lü, y el esfuerzo técnico debían aportar un resultado excelente; y no ha defraudado en absoluto.

Pero los hechos vividos son una lección magistral, y el hilo conductor nos dirige de manera progresiva al núcleo de la obra; la compleja, admirable y extraordinaria convivencia de las tribus nómadas de Mongolia con el lobo estepario.

Dejaremos el desenlace al margen de estas líneas, resultaría poco ético reventar una historia que quizás el lector aún desconoce.

He asistido en mi butaca, perplejo y admirado, a inmensas lecciones condensadas en simples frases; a bofetadas estruendosas en el rostro de una civilización denigrante en la que el avance, siglo tras siglo, ha destrozado el entorno natural.

Las hordas mongolas llegaron a la conquista del mundo, creando el mayor imperio de la historia, nuestra civilización y casi sin estruendo ha destruido por completo el equilibrio de la tierra.

Pero volvamos a ese mundo de pastores nómadas, a esos inmensos océanos de hierba hollados por gacelas, caballos, hombres y lobos.

La libertad de dicho entorno es tan inmensa, tan esplendorosa, que difícilmente se puede describir; la sabiduría nómada tan plena que uno se avergüenza de nuestro pobre bagaje.

Milenios de convivencia, entre el hombre y el lobo, han culminado casi con el exterminio de un animal admirado, temido y totalmente maravilloso.

La obra de Lú muestra de manera sencilla, cercana y absolutamente admirable, cómo los pueblos nómadas de las estepas de Mongolia entendieron la relación entre humanos y lobos esteparios.

Debemos humillar nuestra estúpida arrogancia, si acaso somos capaces de entender, y reflexionar sobre una lección de vida tan sencilla y a la par tan compleja. 

Pero la realidad es la que nos toca vivir, y los pueblos nómadas son ya casi un recuerdo en la memoria histórica de la humanidad.

La cultura nunca puede ser una norma reglada en ciclos de estudio, la cultura debe ser el respeto a la convivencia entre el ser humano y su entorno; el equilibrio entre necesidades, en el presente y sobre todo en un  futuro que siga aportando a generaciones venideras cobijo en este planeta.

Volviendo al filme, y a la obra de Lü, una sola frase resume esa compleja, ancestral y admirable sabiduría de los pueblos nómadas de la estepa……..”Has cazado un Dios para convertirlo en un esclavo”.

El lobo estepario ha sido un Dios para los pueblos nómadas, un perfecto factor de equilibrio en la propia naturaleza; la obra nos muestra cómo su existencia equilibra el entorno, y sobre todo cómo su alteración provoca la catástrofe. 

Lecciones de humildad, de amor y de vida…..pero estamos tan ciegos que somos incapaces de ver a un palmo de nuestras narices.

Y seguimos con la vorágine de nuestra “avanzada” sociedad, negando la realidad……..nos resulta mucho más sencillo negarla que entenderla.

Consideramos una amenaza todo lo que no entendemos, o simplemente nos la sopla; asqueado con sociedades urbanitas, mercantiles y destructivas, uno se llena de emociones ante la obra de Lü.

Lü nos regala emociones y lecciones de vida, que muestran, al que quiera ver y entender, las claves de la supervivencia en convivencia; el valor del esfuerzo, la importancia del trabajo, la satisfacción de lo sencillo y sobre todo el respeto a la naturaleza.

Por otra parte, he podido sentir, entender y admirar, la inmensa belleza de la astucia del lobo estepario, su incalculable capacidad de supervivencia, su indómita libertad.

Pero del mismo modo he sentido vergüenza, rabia contenida y absoluta frustración. Comprobando hasta dónde hemos llegado los seres humanos, y sobre todo hasta dónde podríamos llegar…….. siento profundamente que seguimos sin entender.

Arrebatando a la naturaleza su razón de ser lograremos, en muy poco tiempo, un yermo entorno. 

Destruyendo la libertad, obtendremos la condena perpetua a la esclavitud de nuestra soledad; entonces quizás sea demasiado tarde para seguir negando nuestra vergonzosa incapacidad.

Mientras tanto, observen la belleza del lobo estepario…..no dejen de ver la mirada de Lú, y si no son capaces de conmoverse probablemente ya no haya solución a nuestra estúpida cultura.

El último lobo es mucho más que un filme basado en una obra literaria, es un fiel reflejo de lo que acontecerá si no somos capaces de retomar un camino abandonado hace siglos.

 

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