Maravillosa brutalidad.

“Verdaderamente el hombre es el rey de los animales, pues su brutalidad supera a la de éstos”. Con estas palabras Leonardo Da Vinci definía la supremacía humana.

Existe una inmensa diferencia entre la brutalidad humana y la de cualquier animal.

Resulta evidente que la brutalidad del hombre, en multitud de ocasiones, camina de la mano de la violencia y la crueldad; bien es cierto….. en el reino animal se aprecian, bajo nuestro prisma humano, acciones no exentas de ambos comportamientos.

A todas luces innegable, la balanza se decanta –  de manera apabullante –  hacia nuestra innata capacidad para ejercer de reyes de la violencia y la crueldad.

Pero existe una brutalidad animal maravillosa, cómica en muchos casos, y que nos hace esbozar una sincera sonrisa cuando menos.

La brutalidad del exceso, de la gran cantidad de fuerza desmedida.

Una brutalidad siempre acorde a la morfología…..y que casi nunca anida en la cruel capacidad para infligir daño.

Y si de costumbres brutales hablamos, dentro del reino animal, el perro lobo checoslovaco es una enciclopedia de excesos desmedidos.

Cualquiera que conviva con un ejemplar de perro lobo checoslovaco sufre, ha sufrido, o sufrirá una maravillosa brutalidad…no exenta de daños colaterales.

Desde la separación de la camada, el cachorro nos mostrará su infinita capacidad de “vampiro” accidental; su arte desmedido para utilizar esos pequeños y afilados colmillos.

Y por mucho que nos empeñemos en aplicar técnicas etológicas, por mucho que busquemos la cuadratura del círculo, el pequeño “Nosferatu” seguirá explorando el mundo que le rodea a base de colmillo.

De manera compulsiva, continuará descubriendo cualquier objeto que despierte su interés; lo destripará literalmente hasta alcanzar su “secreto contenido”, de manera constante seguirá utilizando esa máquina de coser como sujeto activo y habitual de saludos, juegos y cualquier estado de ánimo.

Una fase en la que los daños colaterales, en bienes muebles e inmuebles – brazos y piernas por descontado – , suelen ser considerables o al menos notables…..

Los propietarios de plc solemos bromear, no olvidemos que el cachondeo minimiza la mala leche, sobre la colección de trastadas sufridas; compartimos fotografías, cual concurso gótico,  para poder comprobar qué ejemplar alcanza el “magna cum laude” de la brutalidad animal.

Etapas pasajeras si…pero que dan paso a la siguiente con un orden absolutamente prusiano.

Y es que no terminamos la anterior cuando aparece la siguiente; crecen en tamaño y sin casi darnos cuenta tenemos a un pedazo ejemplar, de entre 25 a 30 kilos en los machos, “adolescente” perdido con sus siete u ocho meses.

Y resulta muy interesante comprobar cómo esa etapa “adolescente” está plagada de sorpresas, cada ejemplar es un mundo – nunca me cansaré de repetirlo – pero existe un patrón generalizado de conducta, común a muchos de ellos y en cada etapa del desarrollo de un plc.

Entre los siete y doce meses, y hasta los dos años en muchos casos, asistiremos al máximo esplendor, a la más absoluta fuerza desmedida y  a un periodo lleno de “postureo”, chulería “poligonera” y brutalidad cómica.

El ejemplo más claro, al menos en mi experiencia con dos plcs, es cuando regresas a casa tras el trabajo – obligación lógica que te separa de ellos durante horas-.

Y aquí llega el tótum revolútum, el momento más peligroso del día….si se trata de un sólo ejemplar podremos controlar la situación con valiente gallardía; pero cuando se trata de dos ejemplares …….el campo de batalla y las fuerzas resultan poco favorables.

Ríase usted de una carga de caballería, se lanzan como posesos a buscar la cara; recibiendo un traje de saliva y mil y un mordiscos de los de te pillo el brazo entero y no lo suelto por qué te quiero con locura….así son, así se comportan.

Si observamos a una manada de lobos, en su forma de interactuar entre ellos y sobre todo con cualquier humano, que haya sido aceptado en su seno, podemos hallar similitudes muy curiosas; comportamientos atávicos que hereda el plc y que no dejan de ser muestras de brutalidad animal fruto de su propio ser.

Y resulta desbordante esa energía, esas muestras peculiares de cariño; unidas a un cuerpo en desarrollo grande y poderoso, es el lenguaje heredado y nunca aprendido.

El perro lobo checoslovaco busca el contacto físico de manera notable, es una necesidad sin duda; y lo busca con su entorno inmediato de manera apabullante.

Maravillosa brutalidad sin malicia, natural manera de comunicarse y trasladar sus emociones.

Podremos encauzar muchas conductas, probablemente incluso inhibir las mismas, podremos moldear su comportamiento pero lo que nunca lograremos será arrebatarles su energía, su fuerza bruta y el maravilloso cariño que intentan transmitir.

Cuestión de aceptarlos, un ejemplo de bruta lealtad.

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