Maldad ignorante y cobarde.

“No hay más infierno para el hombre que la estupidez y la maldad de sus semejantes.”.  Donatien Alphonse Francoise de Sade, popularmente conocido como Marqués de Sade; filósofo y escritor francés que pasó 27 años de su vida encarcelado, fallecido en 1814.

En ocasiones cuesta entender al ser humano, uno está curado de espantos y vacunado contra la estupidez; pero sigo asombrándome ante la ignorancia cobarde que culmina con la más despreciable maldad.

Somos responsables de nuestros actos, que duda cabe; pero también somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios ……y en ocasiones, esos silencios atronan en el salón de la cobardía.

Y es que en esta vida todo está relacionado, un niño es una esponja con capacidad ilimitada de aprendizaje; observa, escucha y absorbe todo aquello que le pongamos a su alcance.

Somos padrinos en su presentación en la arena, de este circo romano llamado sociedad; y de nosotros depende en gran medida la escala de valores que asuma.

La familia, el entorno inmediato y la educación reglada que reciba, formarán la estructura básica que le permita ser, parecer, vegetar en el abonado campo del “me apetece” o “no me apetece” o convertirse en un psicópata asesino.

Las manifestaciones más absurdas, horrendas y crueles del ser humano, tienen una parte importante de cultivo en esa etapa crucial.

Es complejo determinar porcentajes, absolutamente arriesgado señalar culpables; pero lo cierto es que, al igual que en el reino animal, en los seres humanos se moldea el comportamiento en base a esa etapa de desarrollo.

Una vez más, por desgracia,  las noticias nos inundan con comportamientos sanguinarios e inexplicables; nos acostumbramos tanto a ello que ya ni siquiera nos inmuta más allá de la inicial sorpresa.

Y somos protagonistas….. desde nuestro cómodo sillón, desde la seguridad de nuestra ordenada vida; lo somos sin duda, víctimas o verdugos impensables, espectadores silenciosos que miramos hacia otro lado y nos ponemos de perfil…hasta que nos toca de lleno.

Así es nuestra sociedad, así vivimos y morimos; en ocasiones con dignidad, en otras con la cobardía propia de quién con su silencio certifica el “sálvese quien pueda”.

Sobra comentar que vivimos momentos graves, muy graves, en los que cualquier hijo de su madre, y en aras de creencias e ínfulas extremistas, puede destrozar la vida de sus semejantes….de un plumazo…..sin otra razón que la ignorancia cobarde.

Pero ya estamos habituados, es parte del circo mundial; la patológica maldad del ser humano es un acto más en esta obra de teatro, cada día más inmunda y pestilente.

Y uno se resiste a creer que no se pueda hacer algo más que taponar heridas, al igual que no es necesario sacudirse un martillazo en un dedo para saber que duele….. no es necesario ser un eminente sociólogo para entender que algo estamos haciendo mal.

Reflexiones vanas, lo sé…reflexiones impertinentes quizás; la arena de esta sociedad no sólo está llena de violencia para con nuestros semejantes.

Existen manifestaciones e indicios que debieran hacer saltar las alarmas…o al menos las conciencias…..ensañarse con un animal indefenso resulta un pequeño indicio,no por ello poco importante.

Pero cuando el ánimo es matar, indiscriminadamente, con alevosía y al amparo del anonimato, el vaso de la paciencia se me desborda.

Estos días, por desgracia, he podido comprobar cómo una modalidad ignorante, cobarde y cruel ha vuelto a salpicar el mundo de quienes, además de respetar a nuestros semejantes, amamos a los animales.

Esa modalidad no es otra que el envenenamiento, indiscriminado, de perros en nuestras calles; repugnante hábito, deforme manifestación del ser humano y cobarde muestra de la ignorancia.

Y me perdonarán que en estos momentos, de graves acontecimientos contra nuestros semejantes, dedique unas líneas a algo que pasa desapercibido salvo para quienes convivimos con animales.

Al margen de la catadura moral de sus protagonistas, obviando la madre que los parió… que probablemente sea una santa, el hecho resulta muy significativo.

Los animales molestan, molesta su mera presencia, y no ya por pisar una mierda de perro en plena calle….manifestación absurda, del rencor atávico hacia la convivencia con animales de compañía…..molestan por su existencia.

Acabo de ver la imagen de un perro lobo checoslovaco, que con siete meses ha sido envenenado; mi primera reacción ha sido de una infinita tristeza, la siguiente de una natural y primaria mala leche desbordante.

He visto en su cuerpo inerte la vida de mis propios lobos, su lealtad sincera, su libertad contenida y su entrega ilimitada; he visto en ese cuerpo inerte la muestra palmaria de la estupidez humana…he visto en ese cuerpo sin vida el reflejo de la maldad más absurda.

Pero también he podido ver al autor o autores en su infancia, y desde luego tuvieron infancia; lo que nunca podré ver es en qué momento de sus vidas dejaron de amar el conocimiento, de disfrutar con el descubrimiento de lo nuevo, de amar aquello que da sentido a nuestras vidas……en qué momento engrosaron las filas del ejército de la cobardía es algo que desconozco.

Es posible que el cuerpo agonizante, entre horribles convulsiones de un animal envenenado, no los mueva a compasión; es posible que las lágrimas de sus dueños ni tan siquiera les inmuten….pero lo que resulta palmario y evidente es que han matado.

Y lo han hecho sin objetivo concreto, de manera cobarde; así empieza el ser humano a perder la dignidad, a perder la capacidad de ser y sentir…..matando de manera cobarde e indiscriminada.

Un pequeño paso, una nimiedad para esta sociedad; pero la muestra indubitada de la enfermedad que nos asola.

Quizás, tan sólo quizás, si lográsemos enseñar a un niño la mirada limpia de un lobo en libertad…..la belleza plena de su majestuosa libertad….podríamos sembrar en él la semilla de la bondad.

De momento seguimos recogiendo las flores del mal, en un campo abonado dónde la ignorancia da paso a la cobardía y culmina con la maldad en todos los ámbitos.

Aprender a respetar la naturaleza siempre será un paso previo para respetar al ser humano.