Maravillosa brutalidad.

“Verdaderamente el hombre es el rey de los animales, pues su brutalidad supera a la de éstos”. Con estas palabras Leonardo Da Vinci definía la supremacía humana.

Existe una inmensa diferencia entre la brutalidad humana y la de cualquier animal.

Resulta evidente que la brutalidad del hombre, en multitud de ocasiones, camina de la mano de la violencia y la crueldad; bien es cierto….. en el reino animal se aprecian, bajo nuestro prisma humano, acciones no exentas de ambos comportamientos.

A todas luces innegable, la balanza se decanta –  de manera apabullante –  hacia nuestra innata capacidad para ejercer de reyes de la violencia y la crueldad.

Pero existe una brutalidad animal maravillosa, cómica en muchos casos, y que nos hace esbozar una sincera sonrisa cuando menos.

La brutalidad del exceso, de la gran cantidad de fuerza desmedida.

Una brutalidad siempre acorde a la morfología…..y que casi nunca anida en la cruel capacidad para infligir daño.

Y si de costumbres brutales hablamos, dentro del reino animal, el perro lobo checoslovaco es una enciclopedia de excesos desmedidos.

Cualquiera que conviva con un ejemplar de perro lobo checoslovaco sufre, ha sufrido, o sufrirá una maravillosa brutalidad…no exenta de daños colaterales.

Desde la separación de la camada, el cachorro nos mostrará su infinita capacidad de “vampiro” accidental; su arte desmedido para utilizar esos pequeños y afilados colmillos.

Y por mucho que nos empeñemos en aplicar técnicas etológicas, por mucho que busquemos la cuadratura del círculo, el pequeño “Nosferatu” seguirá explorando el mundo que le rodea a base de colmillo.

De manera compulsiva, continuará descubriendo cualquier objeto que despierte su interés; lo destripará literalmente hasta alcanzar su “secreto contenido”, de manera constante seguirá utilizando esa máquina de coser como sujeto activo y habitual de saludos, juegos y cualquier estado de ánimo.

Una fase en la que los daños colaterales, en bienes muebles e inmuebles – brazos y piernas por descontado – , suelen ser considerables o al menos notables…..

Los propietarios de plc solemos bromear, no olvidemos que el cachondeo minimiza la mala leche, sobre la colección de trastadas sufridas; compartimos fotografías, cual concurso gótico,  para poder comprobar qué ejemplar alcanza el “magna cum laude” de la brutalidad animal.

Etapas pasajeras si…pero que dan paso a la siguiente con un orden absolutamente prusiano.

Y es que no terminamos la anterior cuando aparece la siguiente; crecen en tamaño y sin casi darnos cuenta tenemos a un pedazo ejemplar, de entre 25 a 30 kilos en los machos, “adolescente” perdido con sus siete u ocho meses.

Y resulta muy interesante comprobar cómo esa etapa “adolescente” está plagada de sorpresas, cada ejemplar es un mundo – nunca me cansaré de repetirlo – pero existe un patrón generalizado de conducta, común a muchos de ellos y en cada etapa del desarrollo de un plc.

Entre los siete y doce meses, y hasta los dos años en muchos casos, asistiremos al máximo esplendor, a la más absoluta fuerza desmedida y  a un periodo lleno de “postureo”, chulería “poligonera” y brutalidad cómica.

El ejemplo más claro, al menos en mi experiencia con dos plcs, es cuando regresas a casa tras el trabajo – obligación lógica que te separa de ellos durante horas-.

Y aquí llega el tótum revolútum, el momento más peligroso del día….si se trata de un sólo ejemplar podremos controlar la situación con valiente gallardía; pero cuando se trata de dos ejemplares …….el campo de batalla y las fuerzas resultan poco favorables.

Ríase usted de una carga de caballería, se lanzan como posesos a buscar la cara; recibiendo un traje de saliva y mil y un mordiscos de los de te pillo el brazo entero y no lo suelto por qué te quiero con locura….así son, así se comportan.

Si observamos a una manada de lobos, en su forma de interactuar entre ellos y sobre todo con cualquier humano, que haya sido aceptado en su seno, podemos hallar similitudes muy curiosas; comportamientos atávicos que hereda el plc y que no dejan de ser muestras de brutalidad animal fruto de su propio ser.

Y resulta desbordante esa energía, esas muestras peculiares de cariño; unidas a un cuerpo en desarrollo grande y poderoso, es el lenguaje heredado y nunca aprendido.

El perro lobo checoslovaco busca el contacto físico de manera notable, es una necesidad sin duda; y lo busca con su entorno inmediato de manera apabullante.

Maravillosa brutalidad sin malicia, natural manera de comunicarse y trasladar sus emociones.

Podremos encauzar muchas conductas, probablemente incluso inhibir las mismas, podremos moldear su comportamiento pero lo que nunca lograremos será arrebatarles su energía, su fuerza bruta y el maravilloso cariño que intentan transmitir.

Cuestión de aceptarlos, un ejemplo de bruta lealtad.

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La guerra de las galaxias.

“No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente”. René Descartes filósofo y matemático francés nos dejó esta frase para la reflexión.

Esta serie de artículos pretendía en su inicio, allá por el mes de mayo de 2014, compartir una maravillosa admiración por la raza; su objetivo no fue otro que difundir experiencias personales y una visión – fruto de ellas – sobre el perro lobo checoslovaco.

Compartir y difundir experiencias y preocupaciones, plantear dudas hasta cierto punto razonables; pero sobre todo intentar un ejercicio de absoluta sinceridad en todo lo relativo al perro lobo checoslovaco.

En ese difícil camino, de la comunicación, se han ido quedando atrás esas experiencias, esas preocupaciones, esos momentos de alegría desbordante y algunos momentos de reflexión.

Llegados a este punto tengo serias dudas sobre el presente y futuro de esta raza en nuestro país, dudas que en ocasiones hacen virar el contenido de cada artículo hacia aguas propias del esperpento más absoluto; de una desgraciada comicidad y que si no fuese por sus consecuencias, podría incluso llegar a ser jocosamente divertida.

La duda razonable que me asalta es la propia virtualidad de este mundo del perro lobo checoslovaco, virtualidad que anida en las redes sociales.

Y ojo que bajo ningún concepto podré despotricar contra medios de comunicación global, gratuitos y de un inmenso alcance; NO………se trata de comprobar cómo día a día, semana a semana y mes tras mes el perro lobo checoslovaco sigue con las orejas hacía atrás; expectante, temeroso y cauto en su propia naturaleza lobuna ante la declaración universal de una guerra galáctica.

Guerra virtual, cual batalla incruenta y florida, en la que una vez más el ser humano muestra y demuestra su absoluta ineptitud, su bochornosa incapacidad para gestionar no ya su propia vida ….no….para gestionar el presente y futuro de una maravillosa y especial raza.

Y en estas estamos, moralmente obligado a constatar – por medio de este artículo – una realidad más propia de una función infantil de Navidad que de un grupo de adultos a los que …….en teoría….les mueve una misma afición, pasión y defensa.

Al parecer lo importante es montar la de Dios es padre, armarse e investirse con los laureles de la genética, la biología y la razón más sesuda….la razón divulgada con bombo y platillo y sobre todo avalada por eminencias en el campo de las enfermedades más comunes de nuestra raza.

Al parecer la clave para que esta raza perviva, en nuestro país, reside en establecer una normativa de cría y reproducción avalada por las mejores “universidades” especialistas en genética y reproducción……estudios muy muy científicos, muy muy reputados.

Tanto es así que no llego a entender cómo no han sido utilizados como proyecto de fin de carrera, o incluso como modelo europeo para las principales cátedras de genética y reproducción. Un despiste quizás.

Y loable sea cualquier impulso, proyecto o idea que pretenda erradicar enfermedades tan terribles como la mielopatía degenerativa; pero señores…señoras…seamos serios, seamos moderadamente serios.

Dejemos al zapatero que sea él quién arregle los zapatos, dejemos que los verdaderos especialistas titulados, y con experiencia probada, sean quienes determinen si es niño…niña…o nos ha salido con un sexo indefinido.

¿Acaso no es lo más sensato?…o pretendemos jugar a dioses de la genética, en base a nuestros conocimientos adquiridos en internet y nuestras partidas de monopoly en las noches invernales….seamos serios.

Cuando NO se tienen conocimientos, en uno de los campos más complejos de la ciencia, se acude a quién de verdad los tiene; se solicita ayuda y si acaso se recibiese eso sí sería algo digno de encomio y de admiración.

Pero no, somos más chulos que un ocho tumbado; somos capaces de ser seleccionadores nacionales de fútbol, petanca y encaje de bolillos…y en nuestro tiempo libre, además, formar gobierno de salvación nacional.

Pero eso si…montamos una trifulca planetaria que ríase usted  de las trilogías de la guerra de las galaxias; en eso somos únicos, actores consumados; tan patéticos como nuestra condición humana nos permite.

Y señores…..y señoras…..cómo decía la canción, harto ya de estar harto ya me cansé.

Cansado de comprobar cómo lejos de avanzar, en aunar esfuerzos para mejorar el presente y futuro de la raza, se avanza en la fractura absoluta entre criadores, dueños y aficionados.

Cansado de ver cómo cada día lo que importa no es difundir,  y procurar que la población actual de ejemplares esté en mejores condiciones, lo que importa es destruir; destruir proyectos, personas e ideas….en eso somos cual Atila convertido en elfo inmortal.

Harto al constatar que personas que llevan no más de cinco años como propietarios, de un ejemplar de plc, se arrogan la cátedra más inamovible de la sapiencia y ciencia infusa de la raza; asqueado del coro de plañideras que les doran la píldora cual gregarios sin cerebro.

En definitiva desilusionado sobre la capacidad asociativa en este país para con la raza, y absolutamente cabreado con el espectáculo patético que se muestra en cada polémica.

Seguid jugando a dioses de la genética, a científicos de Cheminova; seguid llenando páginas y páginas con vuestros argumentos y sobre todo mantened la guerra de las galaxias en píe…..no sea que se os caiga el chiringuito y se acabe vuestro momento de gloria.

El presente de la raza sigue igual, inamovible, absoluta desinformación, nula capacidad de aunar fuerzas en pos de mejorar el hoy y el ahora.

Y mientras cada plc en su rincón, con mejor o peor suerte, y con las orejas hacia atrás esperando el próximo golpe.

Cada batalla de esta virtual guerra es un golpe a la raza, cada puñetera escaramuza es una fractura más….en el edificio de la razón todos tenemos muchas habitaciones, el problema es que la mayoría están sin amueblar.

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La balanza y la montaña rusa.

“Dos cosas me admiran: la inteligencia de las bestias y la bestialidad de los hombres”. Frase atribuida a Tristan Bernard narrador y dramaturgo francés.

Hay sin duda una inteligencia atávica en el reino animal, una capacidad forzosa para extremar el pensamiento lógico en aras de la propia supervivencia.  

Y habrá quien se rasgue las vestiduras, afirmando que en el reino animal no existe el pensamiento lógico; al igual que la tierra se consideró plana y geocéntrica  hay quién aún hoy niega tal capacidad. 

Sin entrar en disquisiciones cualquier investigación parte de una base universal, la observación; observar resulta muy educativo, sorprendente para quién desee maravillarse sin buscar sesudas explicaciones sobre uno u otro comportamiento animal.

El perro lobo checoslovaco es un crisol de herencias, un almacén de sorpresas y sobre todo un ejemplo residual de la propia naturaleza. Disfrutar de todo ello conlleva aceptar la balanza.

Balanza resultante de la integración, en nuestras vidas, de ese maravilloso trozo de naturaleza; no olvidemos que nada resulta gratuito que todo – o al menos casi todo – tiene un coste.

No podemos pretender disfrutar de la convivencia con un animal como el plc sin “sufrir” determinadas consecuencias. Y es la balanza natural, el precio que el ser humano debe abonar en esta sociedad “moderna”, “avanzada” y materialista.

Se logró mezclar al lobo de los Cárpatos con el pastor alemán de trabajo de los años 50, se alcanzó el objetivo de obtener un ejemplar relativamente dócil – al trabajo con seres humanos – y con unas capacidades espectaculares en cuanto a resistencia, oído y olfato.

Con el tiempo, escaso tiempo, la raza fue abandonando las perreras militares, los bosques y montañas, pasando a manos civiles; con el tiempo estos maravillosos ejemplares han terminado en nuestras casas.

Y muy sesudos y cabezones nos empecinamos en “socializarlos” hasta lograr que asistan impasibles a la Feria de Sevilla, la Tomatina de Buñol o a una final de Champions.

Somos muy nuestros, y sobre todo muy lógicos en nuestro pensamiento.

Habrá quién con un ingente trabajo logre que su plc esté en cualquier sitio y cualquier circunstancia, loable esfuerzo y admirable resultado.

Pero la observación, de multitud de ejemplares de esta maravillosa raza,  me indica – salvo error u omisión – que estar están, si…pero muy lejos de una integración total o cuando menos indiferente.

El plc en grandes aglomeraciones casi nunca se encuentra reposado o tranquilo,  si expectante, cauto y en ocasiones molesto; he podido comprobar casos admirables de un total autismo, a todo lo que les rodea, imagino que no deja de ser un mecanismo de auto defensa.

Por supuesto que deben integrarse en nuestro entorno, sin duda deben aguantar cuando toque aguantar; pero de ahí a elevarlo en necesidad imperiosa para forzar al plc a situaciones gratuitas………..va un trecho, si lo único que se pretende  es nuestra propia elevación.

El universo de los grandes encantadores de perros está ya saturado, y nuestro planeta anda muy escaso de sentido común.

La balanza actúa de manera inexorable, y cuando dejemos sólo – en casa o en una finca o jardín – a un ejemplar, durante un  tiempo indeterminado,  obrará en consecuencia.

Su instinto gregario se activará, la ausencia de sus referentes y de su grupo lo pondrá en marcha; podrá pasar de una ansiedad moderada al aburrimiento para volver a una ansiedad más acentuada.

Le provocará que su innata curiosidad, por todo lo material que le rodea, se convierta en obsesiva y compulsiva necesidad de mover, morder, romper  e incluso intentar la fuga.

Se activarán sus “especialidades” en jardinería, fontanería, electricidad y otras artes del reciclaje.

La balanza es inexorable y nuestra mala leche infinita cuando esto sucede. Pero algo extraño acontece, cuando tras acordarnos de todos sus ancestros, de la loba Brita y del coronel Karen Hartl …..nos miran a los ojos y terminamos cediendo a esa mirada.

Y es algo recurrente, nos sucede y sabemos que un propietario de plc se dividirá siempre en dos tipos concretos: el que ha sufrido el talento de su ejemplar para “redecorar” o “reciclar lo útil” y el que lo sufrirá.

Es la balanza natural, y nos guste o no….. es lo que hay; integrar un animal tan cercano a sus ancestros en nuestras vidas conlleva multitud de satisfacciones, infinidad de momentos y desajustes con nuestra vida sedentaria y aposentada.

Si nos subimos al vagón de esta montaña rusa, nos aguardan subidas lentas….. muy lentas, bajadas de vértigo y tirabuzones de infarto.

Gritaremos cual posesos, se nos descompondrá la cara y el alma….pero al bajar, al igual que en las originales, tendremos una expresión en el rostro digna de un niño con zapatos nuevos tras haber engullido un kilo de chocolate.

El pensamiento lógico animal es intrincado, indescifrable en la mayoría de ocasiones, pero al igual que las meigas …haberlo creo sinceramente que lo hay.

Nuestra innata bestialidad tiene la oportunidad de diluirse en esta balanza,  de la que merece la pena formar parte..sin duda alguna.

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Tener un perro lobo checoslovaco.

“Buscando las cosas inciertas, perdemos las ciertas”. Pensamiento atribuido a Plauto, comediógrafo romano.

Lo incierto realmente es casi todo en esta vida, por no afirmar rotundamente que salvo la muerte el resto es incertidumbre.

En multitud de ocasiones, cada vez con más frecuencia, se acercan personas interesadas en esta raza a quienes somos ya relativamente “veteranos”. La pregunta lógica y recurrente es siempre la misma, ¿cómo es tener un plc?.

Y resulta admirable, sensato y un ejemplo, ese interés por conocer qué supone tener un plc en nuestras vidas.

Para intentar dibujar una respuesta coherente, alejada de cualquier ostracismo o interés, es necesario plantear la pregunta de un modo mucho más cerrado.

¿Tener o convivir?….he ahí la cuestión. No olvidemos que existe una gran diferencia entre tener cualquier animal o convivir con él.

Somos libres y soberanos para escoger cualquiera de ambas opciones, es un hecho que ambas coexisten en las relaciones hombre – animales.

De tal modo hay personas que tienen un animal guardando una finca, trabajando en ella, o directamente trabajan con él.

Hay personas que circunscriben el espacio del animal a una zona acotada conviviendo con él únicamente en los paseos diarios. Y por último hay personas que conviven con el animal compartiendo en mayor o menor medida el espacio familiar.

Existe una gran diferencia, bajo mi punto de vista, entre tener o convivir con un plc.

La raza tiene y mantiene sus peculiaridades, entre ellas la más destacada la necesidad de fijar en toda su etapa de crecimiento y consolidación – hasta los dos años aproximadamente – la impronta de su integración en el entorno familiar y exterior.

Impronta o impregnación de su “sitio” en el entorno familiar, impregnación inicial que permitirá su adaptación al entorno exterior con la suficiente confianza en el referente del dueño.

Distinta sería la situación de un ejemplar que desde su llegada a ese entorno ve acotado su tiempo y espacio físico de convivencia; distinta en cuanto a que, por regla general, el tiempo y espacio físico – del que disfrute con nosotros –  será en ocasiones insuficiente para fijar esa fase de impregnación.

La raza precisa de una gran dedicación en los primeros meses de vida, necesita encontrar su espacio dentro del núcleo familiar; trabajar con una sublime paciencia aspectos como las tomas de alimento diarias y los juegos con objetos que despierten su instinto posesivo.

Trabajo que implica mostrarle al cachorro, que ya no es necesario que compita ni por la comida ni por los juguetes…. cómo así lo hacía en su camada.

Aspectos recurrentes, en muchos ejemplares, en los que se da una dominancia extrema con la comida y los juguetes en los primeros meses de vida.

Tan sólo lo anterior, requiere de mucha dedicación; de un entorno común en el que el ejemplar se sienta integrado, tenga un referente y finalice generando un vínculo y su propio espacio.

Por otra parte, difícilmente podremos trabajar la impregnación de estímulos exteriores – coches, bicicletas, ruidos etc. – así cómo su relación con otras personas y animales si no logramos esa fase previa; todo es una pirámide progresiva cuyo objetivo es integrar al perro lobo checoslovaco primeramente en nuestra vida diaria y simultáneamente en nuestro propio entorno exterior.

¿ Se puede lograr sin convivir compartiendo espacio y tiempo?…Probablemente, y dependiendo del ejemplar se podrá; me resulta incierto y por lo tanto con mi escasa experiencia con estos animales no puedo aventurarme a una respuesta rotunda y basada en datos concretos.

Puedo afirmar que durante casi 3 años he comprobado qué,  por su carácter gregario, por su absoluta necesidad obsesiva de compartir tiempo con nosotros, resulta mucho más factible para las fases de impregnación compartir espacio y tiempo.

El manejo de esta raza no es sencillo, y cada etapa de sus vidas muestra un rosario de peculiaridades, un largo camino de trabajo y un resultado de satisfacciones único e impresionante.

Nunca perderé de vista lo que a todas luces resulta cierto, aquello que debemos siempre tener presente; no son ejemplares de cadena y patio, no son ejemplares de caseta y guarda…al menos no lo son, si queremos compartir con ellos satisfacciones y no problemas.

Qué duda cabe que cada ejemplar es un mundo diferente, y por ello mismo puede romper la norma general en uno u otro sentido; no es una garantía esa convivencia en espacio y tiempo para estar exentos de problemas, pero sí lo es para poder afrontarlos con una base sólida.

A todas luces resulta cierto que la raza es heredera de un alto sentido gregario, exacerbado me atrevería a afirmar, si las circunstancias colocan al ejemplar fuera de ese entramado “social” seguramente los problemas se agudizarán.

Pero repito, no puedo elucubrar sobre la incertidumbre; tan sólo puedo compartir la experiencia en un sentido y dibujar un panorama incierto en el otro.

Cada propietario ha vivido y vive una experiencia única e irrepetible, ha forjado en mayor o menor medida un vínculo concreto; y en consecuencia toda experiencia es admirable cuando el resultado alcanza la meta.

Personalmente, en nuestro caso, optamos por convivir; optamos por integrar a nuestros ejemplares en el espacio y tiempo de nuestras vidas, hemos tenido muchos problemas, hemos tenido muchas más satisfacciones.

Convivir con un plc es una experiencia única, cercana a la naturaleza ancestral de la raza, aceptar a un plc conlleva el peaje de sus peculiaridades; todo ello es una especie de montaña rusa…..un viaje en el que nunca estaremos exentos de emociones.

Tener un plc es algo muy diferente que me resulta incierto.

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De caperucitas, lobos y leñadores.

La tradición oral en la vieja Europa difundió un cuento en el que la moraleja versaba sobre la seguridad del poblado frente a los peligros del bosque.

Los protagonistas del mismo fueron recogidos por diversos autores siendo Charles Perraut quien en el año 1697 escribió una versión cruel, aunque suprimía algunos aspectos desagradables,  e incidía en la moraleja de evitar los encuentros de niñas con desconocidos. Todo un hito en su época.

Posteriormente, el cuento se asentó y difundió universalmente con la versión de los hermanos Grimm en el año 1812; dicha versión metió en escena la figura del leñador y un final feliz.

Hasta nuestros días ha pervivido dicho cuento, inmortal e intocable. Pero sinceramente no me resigno a perpetuar una tradición, oral y medieval, que en su momento tuvo una finalidad educativa y que hoy resulta una verdadera gilipollez.

Y lo es cómo para llenar una enciclopedia, en primer lugar la figura de la niña con la caperuza roja y su cestita de comida; para empezar a la madre que la parió, según consta en la tradición oral y posteriores escritos, habría que meterla entre rejas de por vida por abandono infantil….manda bemoles que cargue a la niña con una cesta de comida y la mande al bosque cómo si se tratase de un parque temático en domingo.

Pero además la figura de la niña es harto repelente, mona hasta la extenuación, obediente hasta el sacrificio y tonta del bote cum laudem; un verdadero mito de la bisoñez y el estereotipo más aberrante de la niña obediente.

Qué decir de la figura de la abuelita, tierna y dulce….simple y rematadamente sin sangre, cual pato de escayola en el quicio de una ventana; un nuevo mito de la aparente estupidez senil…..pues me perdonarán pero mi abuela, que los dioses tengan en su seno, era de armas tomar y muy alejada de la supina estupidez del mito.

Y aparece en escena el leñador vengador, un currito del bosque; que bastante tiene con sobrevivir a hachazo limpio y que al parecer entre tronco y tronco se dedica a salvar doncellas rajando lobos…..amos, amos…..aquí si que ya se desbarra de lleno.

Elevar la figura masculina, al altar de una ruda profesión, ponerle un hacha en las manos y una víctima propiciatoria para que en el sumo sacrificio más sangriento…. libere a la doncella e incluso a la abuelita; las doncellas ya no precisan de héroes, ni de camisa a cuadros, ni bicéps de hierro y barba de diez días.

Pero el summum llega con la víctima propiciatoria del cuento, como no…….había que escoger un monstruo; un diabólico animal que justificase la gilipollez y la posterior carnicería….y le tocó al lobo.

Por tradición y por qué sí, qué mejor manera de mantener demonizado –  y a raya en la memoria infantil – a semejante bicho maléfico, astuto, cruel, traidor y devorador de seres humanos….una joya de la tradición europea.

Sería para echarse a reír, hasta escojonarnos, si no fuese por la triste realidad de ayer y hoy; en efecto el lobo es astuto hasta extremos increíbles….y lo es para salvar su vida del bicho más cruel que habita el planeta…las caperucitas inocentes…las madres impolutas…las abuelitas sin sangre y los leñadores de camisa a cuadros y mala leche acumulada.

Este mundo ficticio, estas tradiciones orales, reflejan la psiquis …el alma…del ser humano de ayer y hoy; retorcidamente calculadores, extremadamente insensibles, meditadamente crueles.

Pero el mundo de la tradición oral y de los cuentos es un claustro monacal al lado de la realidad actual; y si de la raza hablamos – que ese y no otro es mi propósito – esto ya es el Circo del Sol en versión cani.

Abundan las caperucitas con aura bondadosa, extremadamente sutiles y mortalmente dañinas; crecen como hongos en otoño y abanderan la más absoluta estupidez para con la raza.

Pululan los leñadores, sin camisa a cuadros, capaces de cortar a su mismísima madre en aras de sus principios fundamentales; un alarde de supina ignorancia revestida y camuflada con una mala leche digna de un parado a fin de mes.

Y por último la víctima de este cuento real – como la vida misma – no es otra que el perro lobo checoslovaco; impasible, impertérrito ante la proliferación de caperucitas y leñadores y con las orejas hacia atrás esperando el próximo hachazo.

Pero no…..estos no son los únicos actores de esta tragedia griega, los verdaderos responsables…ad perpetuam…..son los autores, los novelistas que desde la triste soledad de un teclado, elaboran y estructuran la división basada en el egolatrismo más perverso y estúpido.

Todos aquellos que en lugar de sumar esfuerzos, suman destrucción y arrancan buenas intenciones. Y no estamos para ponernos medallas, ni estamos para tirar cohetes; la raza, al igual que el lobo de caperucita, exige de manera alarmante una rectificación inmediata…en manos de todos está seguir con el cuento o bajar a la arena de la cruda realidad.

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