Potencialmente peligrosos.

“El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir.”  Alejandro Dumas (padre), novelista y dramaturgo francés fallecido en 1870.

Uno no sale de su asombro ante determinadas cuestiones sociales, normas de conducta asolan el terreno de la lógica y el sentido común; no es que estemos descubriendo la cuadratura del círculo, simplemente nos habituamos y seguimos camino.

Tengo a un vecino propietario de un american stanford, un animal sorprendente; a tal extremo es dócil y sociable que, en un gesto de absoluta sumisión natural, cada vez que se encuentra con Ciro y Leah se tumba boca arriba y se orina.

Pero no es este su aspecto más destacado, con cualquier persona es absolutamente cariñoso, tranquilo y obediente; el animal, además, ha dado muestras siempre de un absoluto desprecio hacia enfrentamientos con otros congéneres.

Descrito someramente el ejemplar, un ejemplar en concreto, pasaré a describir un incidente que sufrí, en propias carnes, hace dos semanas.

Saliendo de casa con Ciro y Leah, nuestros dos perros lobos checoslovacos, iniciábamos camino hacia uno de los montes cercanos.

En la urbanización existe un pequeño tramo entre casas, sin visibilidad hasta llegar a la esquina, y al final del mismo mi sorpresa fue mayúscula cuando observo un perro suelto; un  pastor vasco de tamaño similar a Ciro.

El animal al ver a Ciro se lanza directo y frontalmente contra él, tiro de la correa para alejarlo del ataque y el aguerrido can se coloca pegado a Ciro en actitud dominante – cola erguida y cabeza ladeada hacia la de Ciro – busco desesperadamente al dueño e intento sujetar al guerrillero plc, plagado de testosterona e indignado hasta las argollas del arnés, cuando aparece tranquilo el dueño….como si la fiesta no fuera con él.

Mientras tanto, Cris se mantiene alejada con Leah para evitar males mayores. Antes de poder respirar siquiera sucede algo que me deja sin recursos ni capacidad de reacción.

En un movimiento sorprendente Ciro, en absoluto silencio y sin signos exteriores de lucha, engancha al can del cuello; sin esfuerzo ni aviso previo, sin aspavientos ni gruñidos. El dueño se mantiene a unos metros sin reaccionar, pasmado cual pato de escayola e impertérrito ante la situación.

Desesperadamente intento librar al perro de la boca de Ciro, pero en fracción de segundos me doy cuenta de que está abarcando cada segundo más superficie del cuello y el animal empieza a emitir sonidos de asfixia.

Imaginen mi desesperación, intentando liberar la mordida, juro que no hay técnica posible en esa fracción de segundos; de fondo escucho una voz que no para de gritar “lo está matando”……a unos metros y sin acercarse a ayudar.

Al final, y sin ideas, me lanzo con todo mi cuerpo encima de Ciro tumbándolo y logrando , de milagro, que soltase; la reacción del perro al verse libre de la presa fue inmediata…….se lanzó contra mí, mordiéndome en una mano y dejándome cuatro heridas de las que una fue tan profunda que llegó al hueso.

Omitiré la serie de exabruptos lanzados contra el amoroso y valiente dueño, omitiré la mala leche que me inundó y únicamente señalaré que sus sinceras y reiteradas disculpas me calmaron, lo suficiente como para pensar que determinados incidentes deben quedar en el ámbito de lo probable… sin otra consecuencia que el beneficio de la duda.

Sé que podría ser la primera vez que le sucedía, quiero pensar que nunca más llevará a su perro sin el mínimo control; considero que si el incidente sirvió para ello me doy por satisfecho.

Las denuncias, vericuetos legales y trastornos de todo tipo, son asuntos demasiados serios y molestos como para emprender un camino que como mucho lleva a quebraderos de cabeza y poco más.

Entre dueños de animales se supone que debemos buscar aquello que nos une, no fomentar en cada incidente una guerra de guerrillas.

Desde luego reconozco que, habrá ocasiones en las que no queda otro remedio que actuar legalmente…no lo pongo en duda…pero siempre que se pueda evitar estaremos dando un pequeño ejemplo de racional comportamiento.

Al día siguiente, y regresando a casa del trabajo, observo un vehículo patrulla policial en la puerta del vecino – el dueño del american stanford – cuando los agentes abandonan el lugar me intereso por lo sucedido. Había sido denunciado por llevar al “peligroso y agresivo” can sin bozal.

Una denuncia como para dejarte el mes a pan y agua, pero lo cachondo del asunto es lo que los agentes manifestaron al propietario; llevaban días buscándolo ya que una denuncia anónima había advertido de un perro peligroso sin bozal por la urbanización.

Y es que las normas catalogan, etiquetan y se convierten en infalibles; y si el animal está en la lista de perros, potencialmente peligrosos, o asimilados…dese usté por jodio.

Potencialmente no hay animal peligroso, potencialmente lo único peligroso es el ser humano que convive con él.

Pero la alarma social es la mayor norma no escrita que culmina con gilipolleces absolutas, y en este país de alarmas sociales estamos sobrados.

¿No sería mucho más sensato, lógico y racional, sancionar las conductas humanas para con los animales?. ¿ O acaso la peligrosidad es un gen inherente a algunas razas de canes?.

Definitivamente de lo relatado extraigo algunas conclusiones.

Ser propietario de cualquier can es una responsabilidad, para con el animal y para con la sociedad; cumplamos las normas de trato animal y convivencia y dejémonos de regular hasta la hora en la que debemos ir al inodoro.

Educar para ser propietario de un can es una tarea complicada, legislar es complejo pero resulta sencillo.

Un perro lobo checoslovaco es muy de rituales y gestos agresivos, un plc puede buscar la dominancia con otros canes; pero lo indudable, lo cierto, es que si hay enfrentamiento sus capacidades, su  astucia, su fortaleza y su genética lo convierten en capaz de finiquitar un incidente de la manera menos deseada.

Depende de nosotros ser sensatos, cautos y ejemplares; depende de nosotros no generar la mínima alarma social, que nos empuje al saco de la potencialidad peligrosa.

Destruir es tan sencillo, construir es un esfuerzo que todos debemos emplear. No queremos vernos abocados a un bozal y un carné para poder disfrutar de la convivencia con nuestros plcs.

¿Acaso no es mucho más peligroso un dueño despreocupado y huevon, independientemente de la raza del can, que otro que jamás ha generado el más mínimo problema y sabe convivir?.

Señores legisladores, regulen ustedes….pero nunca olviden que, mientras autorizan las batidas contra el lobo en nuestro país, el potencial peligro sigue siendo humano.

Reflexionen, reflexionemos.

Cuentos y leyendas. Pavel.

“La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía.”  Aristóteles de Estagira, discípulo de Platón,  filósofo que dos mil años más tarde sigue siendo un referente. Fallecido en el 322 a. C.

Pavel era hijo del sistema, su padre era miembro del Comité Central del Partido; sintiendo muchas y diversas inquietudes su infancia y juventud se vio rodeada de orden, disciplina y una austeridad religiosa.

Había que mostrar ejemplo del espíritu revolucionario, decía su padre, y siempre anidó en su ser la frustración de una individualidad que chocaba frontalmente con el partido.

Su madre ejercía como Fiscal, alcanzando una desmedida fama en 1952 con el macro juicio contra el antiguo secretario general del partido y otros altos dirigentes; todos ellos fueron condenados a muerte y ejecutados por una conspiración “troskista- titoista y sionista”. Sin embargo no era una mujer dura en absoluto, al menos con él siempre fue una madre tan cariñosa como obsesionada por su protección.

Pero Pavel no soportaba la asquerosa hipocresía, la absoluta mentira en la que vivían, la revolución y la austeridad eran de puertas hacia afuera; los miembros del Comité Central, y sus familias, así como los cargos relevantes del partido, eran una clase privilegiada en la que nunca faltaba nada material. Así era la gran República Checoslovaca, así la vivía.

El colectivismo, y una especie de hibernación nacional, impedían abrir su natural espíritu inquieto a nada que no fuese la revolución y la entrega. Pavel creció con la fuerza de un joven inquieto, con tantas inquietudes como frenos hallaba a cada paso.

Y llegó el día, terminaba sus estudios secundarios y debía escoger; la universidad no era algo que atrajese su natural espíritu, el partido le provocaba una repulsión que nunca manifestó pero que anidaba en su ser, le quedaba el ejercito.

Su padre no opuso resistencia alguna, muy al contrario celebró la elección para mayor gloria de la familia y la revolución. Su madre lloró, repitiendo una y otra vez…..”hijo sabes que estamos al borde de demasiados conflictos”. Pero Pavel sabía que quizás en las fuerzas armadas pudiese encontrar una pequeña válvula de escape a su espíritu inquieto.

Ser “hijo de” no cabía duda que le acompañó hasta el final, y desde luego de forma directa ayudó a lo que sería un antes y un después en su vida.

Su periodo de formación finalizó con brillantes notas y un expediente poco común, fue el número uno de su promoción y pudo escoger su destino como subteniente con tan sólo 23 años.

No tuvo dudas, escogió el cuerpo fronterizo; la situación en aquel año de 1956 era lo suficientemente tensa cómo para pensar que quizás el gran ejercito de la República pudiese protagonizar algún acto bélico en sus fronteras.

Pero la sombra de sus padres ejerció, y su destino fue finalmente en un puesto interior de la unidad canina en la localidad de Libejovice.

Su sorpresa fue mayúscula cuando comprobó que en aquel puesto militar se estaba experimentando, la unidad estaba siendo “remodelada”; y aquel era un destacamento y un proyecto considerado de alto secreto.

Pavel se presentó ante su coronel, un tipo discreto de nombre Karel que lo acogió con cariño y una desmedida afabilidad; su cometido sería cazar lobos vivos, en concreto lobas grises de los Cárpatos.

Se quedó asombrado, nunca hubiese imaginado algo así; con una extraña sonrisa Karel le ordenó le acompañase a las perreras, allí entre los ladridos de los perros, la mayoría pastores alemanes, encontró un pequeño cobertizo  cerrado.

Karel asacó de su bolsillo una llave y abrió aquella puerta, en su interior un pequeño descansillo daba paso a un espacio enjaulado de unos seis metros por seis, y allí se encontraba una loba.

Nunca olvidaría aquel momento, la loba se arrinconó en una esquina y sus ojos se clavaron en los suyos; profundos, intensos, sintió un rubor interior, una especie de latigazo moral.

Karel le explicaba su proyecto, el cruce de una loba con un pastor alemán, los beneficios de la resistencia, de la agudeza visual, olfativa y auditiva…pero Pavel no podía procesar nada, la loba seguía clavando sus ojos en él.

Su primera salida se produjo de inmediato, Karel estaba obsesionado y al parecer la loba que mantenía en cautiverio no le servía.

Acompañado de un Sargento primero y dos soldados, a bordo de un viejo Tatra 57, inmune al paso de los años y fiable como todo terreno, se dirigieron a la zona boscosa de Lomec.

Allí los paisanos habían visto, en la última semana, una manada de lobos merodeando. Jan, el Sargento primero, los guió hasta una pequeña senda en pleno bosque.

El Sargento era un curtido sujeto de origen campesino, rastreador por naturaleza sin necesidad de perros, indicó un punto entre zarzas para colocar la trampa.

Pavel se dejaba llevar, todo era demasiado novedoso; montaron la jaula con un trozo de cerdo en su interior, levantaron el portalón delantero y amarraron la cuerda que lo sustentaba a un ingenioso mecanismo  que pasando por un viejo tilo finalizaba en una rama colocada frente a la entrada de la trampa, el simple roce de la rama provocaba la inmediata caída del portalón.

Camuflaron la jaula con vegetación y abandonaron el lugar. Regresando al puesto no podía dejar de sentir aquella mirada, todo su interior temblaba, no entendía muy bien por qué pero le perseguía de un modo pertinaz….los ojos de aquella loba le abrieron una herida demasiado interna, demasiado profunda para entender qué le estaba sucediendo. 

Durmió poco y mal las noches siguientes, y aquella noche no pudo evitar dirigirse al puesto de guardia; el soldado se cuadró  de un salto al verlo entrar a las 3 de la mañana, dormitaba en la silla.

Pavel le ordenó que le entregase la llave del cobertizo de la loba, sin rechistar el soldado sacó de un pequeño armario la llave y se la ofreció tembloroso.

Cuando se aproximó al cobertizo le temblaban las piernas, pensó que se estaba jugando su carrera y que aquello no podía terminar bien; pero algo interior le atraía, lo arrastraba hacia ella.

Abrió la puerta y, en medio de una absoluta oscuridad, vio brillar aquellos ojos. Nunca recordará qué sucedió, nunca supo ni pudo explicar aquello que allí aconteció.

Sus pasos se movían ligeros como los de la loba, sentía el aire helado de la noche azotando cada poro de su piel; atravesaban senderos, bosques y llanos.

Podía ver en la noche y podía sentir una maravillosa sensación de libertad, le envolvía una exultante euforia…quería gritar de alegría. Flotaba en el camino sin sentir su propio peso.

Llegaron a la trampa y aquel animal giró su cabeza a escaso dos metros del engaño, lo miró y levantando su hermosa cabeza empezó a aullar de un modo penetrante.

Pavel sintió la llegada, sintió el olor y el calor de los cuerpos, un lobo inmenso se restregaba en su pierna mientras cuatro más lo rodeaban mirándole a los ojos. Sintió una calma inmensa, se estremeció y quiso llorar.

Al día siguiente todo el aparato del partido, policía, ejército y comités locales, habían difundido una circular interna y restringida.

A todos los órganos locales y regionales, se busca a Pavel Dvorak Subteniente de la guardia fronteriza y peligroso enfermo mental. El referido, y la madrugada del pasado día 23 de octubre de 1956, atacó a dos soldados del puesto de Libejovice dejando heridos a ambos; posteriormente y tras liberar a un ejemplar de lobo de los Cárpatos, que se encontraba en fase experimental en el puesto, prendió fuego a las instalaciones militares y sustrayendo un todo terreno Tatra 57 con matrícula militar se dirigió al distrito de Lomec. Allí en un ataque de locura prendió fuego al bosque colindante a la carretera comarcal. Interesa su inmediata detención“.

Pavel despertó en aquella cueva, rodeado del calor de sus cuerpos, ella le miró con dulzura…. siglos de sabiduría recorrieron su cuerpo.

Su vida cobró sentido.

Cuentos y leyendas. La laguna.

“No hay más infierno para el hombre que la estupidez y la maldad de sus semejantes..”. Donatien Alphonse François de Sade, más conocido como Marqués de Sade, filósofo y escritor francés encarcelado y condenado a la guillotina por sus novelas. Falleció en 1814 .

No entiendo muy bien qué me está pasando, la cabeza me da vueltas y me siento extraño. Pero algo, en mi interior, me fuerza a recordar etapas de mi vida que quedan muy alejadas de mi día a día.

Siempre hubo escopetas en mi familia, desde mi infancia recuerdo colgadas de la pared dos viejas armas de sistema de percusión de “perrillos”.

El olor característico del hogar me invade en estos momentos, recuerdo el aroma a leña y aquella mesa camilla en la que la abuela Tomasa desgranaba con paciencia y ternura las judías.

La desgraciada muerte de mi madre, fruto de un parto complicado en el que mi vida le costó su propia muerte, hizo que con poco más de dos años me quedase al cuidado de mis abuelos.

Mi padre es otra historia, lejana triste o asquerosamente cruel, pero me niego a rememorar el momento en el que lo vi partir de casa con una maleta y la promesa de volver tras hacer dinero en Alemania; nunca más supimos de él.

Recuerdo el olor de cada mañana a hierba recién cortada, el sonido de los gallos y el rebuzno de Jaimito, un burro precioso que nos ayudaba a repartir las hogazas de pan.

La casa con su portalón de vieja madera, y  sus dos hojas con la superior siempre abierta durante el día; recuerdo a los vecinos que religiosamente, al menos una vez por semana, entraban a comprar el pan o a traer sus bandejas para asar.

Recuerdos extraños de una niñez ya muy lejana, pero que hoy reaparecen sin buscarlos. Mi abuelo Higinio no era panadero por vocación, heredo la panadería de su padre y tras pasar parte de su juventud en Argentina, allá en la Patagonia alejado del mundo y de los seres humanos como alguna vez contó, tuvo que volver a su muerte.

Lo recuerdo callado, escondido tras su colilla eterna que colgaba de la comisura de sus labios, no era hombre de muchas palabras.

Emanaba un aire de dignidad, callado pero sabio nunca utilizó más palabras que las necesarias para hablar cuando era preciso. Una especie de espartano de las montañas de León, curioso tipo el abuelo.

Las escopetas siempre colgaron de la pared, inmutables y permanentes formaron parte de nuestra casa al igual que aquel viejo portón, el obrador o el burro Jaimito.

El abuelo tenía un extraño concepto de la educación, todo estaba ligado a determinados ciclos; y un buen día, con unos doce años si no recuerdo mal, una fría mañana del mes de octubre, me levantó de la cama a eso de las 5 de la madrugada. 

“Abrígate y ponte las botas, hoy vamos a ir de caza”….de un salto me levanté, con la alegría desbordante del niño que se ve protagonista y considerado, con la ilusión de ser parte y con la satisfacción de cumplir un sueño…..por fin el abuelo me llevaría a cazar.

Dios, cómo recuerdo aquella mañana; el tazón de cerámica humeante del abuelo, mientras desayunaba sus “sopas de pan con leche”, el calor del fuego de la cocina y las dos escopetas encima de la mesa.

Parecerá estúpido pero eran tesoros para aquel niño de doce años, puertas abiertas a una iniciación tan extraordinaria como única.

Recuerdo sus palabras  “nunca olvides que la escopeta no es peligrosa, el peligro está en quién la utiliza”….aquella jornada fue un hito en mi vida, una vivencia que años más tarde me acompañó persistente y que hoy vuelve a mí con más fuerza.

Trochas y senderos, hayas y robles junto a hermosos abedules, cada milímetro de bosque era un descubrimiento; un despertar a una naturaleza tan hermosa que cautivaba a aquel niño de doce años.

De aquella jornada han quedado grabadas en mi memoria sentencias absolutas del abuelo, años más tarde pude comprobar que algunas de ellas eran citas de autores consagrados en la literatura universal, “Hay quien cruza el bosque y solo ve leña para el fuego”.

Llegamos a una zona baja, muy cercana a un bosque de abedules, el abuelo me pidió que escuchase; no entendí que debía escuchar pero me mantuve en silencio, y sin mover un sólo músculo de mi cuerpo, atento a la figura de aquel hombre curtido y sorprendente.

Transcurridos minutos, o quizás horas no puedo recordarlo, me preguntó “¿ Qué has podido oír?”… me quede paralizado, preocupado y sin palabras….abuelo, respondí, no he escuchado nada más que el sonido de las hojas de los árboles.

Se sentó en un tocón, con tranquilidad, saco su tabaco de liar y con la parsimonia habitual lió un cigarrillo; se quedó mirándome a los ojos, con aquella mirada profunda y cálida, “suficiente Antonio, suficiente”.

Aquello me dejó descolocado y quise preguntar, pero acostumbrado a los silencios del abuelo no pude romper la magia del momento.

La jornada siguió entre bosques y senderos, las escopetas colgaban del hombro y no entendía por qué el abuelo no llegaba a usar la suya; llegamos a ver urogallos, escuchamos el sonido inconfundible del jabalí y el abuelo se limitaba a decirme “Observa Antonio, no dejes de observar”.

Llegamos a una pequeña laguna, un lugar escondido y maravilloso, siempre recordaré el olor a bosque y el sonido del silencio, el abuelo se sentó en las raíces de un viejo roble y con el dedo en sus labios me indicó que me mantuviese en silencio. Pasaron horas, estoy seguro … fueron horas, y de pronto del interior del bosque apareció.

Cautelosa y atenta, girando su cabeza y sin apenas hacer ruido alguno, vi aparecer una loba majestuosa; quietos en aquel viejo roble asistimos a un espectáculo único, nunca he vivido algo igual, tras ella aparecieron tres lobatos sigilosos y orejones que seguían a la madre hasta el borde de la laguna.

La madre se sumergió en la laguna, nadando con una extraordinaria facilidad, y sin hacer el menor ruido la cruzó hasta el lado opuesto en el que nos encontrábamos; los lobatos permanecían inmóviles en la orilla. Desapareció de nuestra vista durante unos minutos y reapareció llevando en la boca lo que parecía el muslo de algún corzo.

Nadando con el mismo sigilo, con una perfecta simbiosis con el agua, regresó a la orilla y tal y como apareció desapareció con sus lobatos y aquel trozo de carne en su boca.

Entrada la tarde regresamos a casa, agotado y algo confundido pero pletórico por la aventura; en la cocina me atreví a preguntarle …abuelo, ¿ pero no íbamos a cazar?…..me miró con una media sonrisa, con un brillo en sus ojos que siempre recordaré y acariciándome el pelo contestó ” Ya has cazado hijo, tu primer recuerdo imborrable”.

“¿Cree que debemos avisar a los familiares?”…..”me temo que sí, definitivamente ha entrado en un coma vegetativo irreversible”….”pero doctor….está sonriendo, este hombre sonríe”…..”enfermera, son simples actos reflejos; no indican nada más que una reacción del sistema nervioso”…”¿cuál era su nombre?….

“Antonio… doctor, se llamaba Antonio”.

Cuentos y leyendas. La jara.

“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo.”. Alekséi Nikoláyevich Tolstói, alias camarada Conde, fue un escritor soviético de origen noble y especializado en novela histórica y de ciencia ficción; fallecido en 1945.

Siempre fue tema de tertulia en los bares. Ni las empinadas cuestas del pueblo, ni la blanquecina luz de sus calles, eclipsaron el suceso.

Al fin y al cabo, y a pesar de su carácter fronterizo y cosmopolita, allí se mantenía la ancestral y nacional tradición del cotilleo patrio.

Los sucesos de la finca La Jara fueron muy comentados, fabulados y mil veces revisados. Aquella finca, con una extensión de más de trescientas hectáreas, era el residual blasón de la familia.

Desde que  Carlos I en 1521 creó el marquesado, la finca era el traje que vestía la decadencia nobiliaria de una estirpe que, poco a poco, y sin demasiado bombo y menos platillos, agonizaba entre apariencias y penurias.

Alejandro siempre fue la oveja negra de la familia, criado con mimo y esmero por la matriarca estudió en un tradicional colegio de Sevilla. Al menos pasó por sus aulas, con mucha pena, poca gloria y demasiadas visitas de Doña Elisa a la dirección del centro.

El niño apuntaba maneras, el endiablado niño rompía los tradicionales moldes de la familia; quebradero de cabeza para Doña Elisa y pasmo absoluto para su padre el Marqués.

Creció como crecen las jaras en la finca, fuerte, cabezón e indomable al fuego. Expulsado por fin del centro, nunca se supo el verdadero motivo, terminó su educación secundaria en Portugal alejándose del mundanal escándalo de sus hazañas gracias a su tío Eduardo.

Poco más se supo de él en el pueblo, un silencio sórdido envolvía su destino, hasta que su regreso un verano de 1994 conmocionó las tertulias y los corrillos del pueblo. 

El marquesito había regresado, tostado por el sol, con el pelo rapado casi al cero y con un cuerpo tan extremadamente musculado que parecía que los diez años, en los que se mantuvo ausente y en paradero desconocido, los hubiese pasado en galeras tirando de remo.

Pero nada escapa al “saber”popular, nada puede mantenerse alejado del bisturí de las mesas de café y orujo, y en aquel pueblo todo terminaba “sabiéndose”.

Historia rocambolesca la del “niño”, dicen que se alistó en la legión extranjera, cuentan que tras bregarse en algunas guerras en el continente africano terminó de “soldado de fortuna”  – léase mercenario a sueldo – en el conflicto de los Balcanes.

Poco más se supo, al menos con certeza, Doña Elisa ya mayor y achacosa siempre mantuvo un digno silencio; el Marqués vegetaba peleando contra un alzheimer galopante y en la casa todos mantuvieron un digno y pulcro silencio.

Pero el niño no volvió solo, Alejandro regresó acompañado….. cuentan que con un lobo.

Lo cierto es que el “señorito mercenario”, como fue rebautizado en el pueblo, salía de la casa familiar en compañía de un llamativo animal; un lobo se rumoreaba en las tertulias.

Anselmo, uno de los ilustrados del pueblo, puso punto y final a la “leyenda” del lobo. No se trataba de un lobo, era una raza de centro europa, de la antigua República Checoslovaca, era un perro lobo checoslovaco; pero la sabiduría popular es cabezona y testaruda y el “señorito mercenario” pasó a tener un lobo para los restos.

Cosas del saber popular, vaya usted a saber por qué, se fabuló mucho con la novedad; lo cierto es que Alejandro nunca se dignó acercarse al pueblo.

Tan siquiera sus amigos de infancia y adolescencia pudieron llegar a él, su vida y rutina desde su llegada, aquel verano de 1994, se exponía parcialmente a los ojos de los paisanos.

Se le veía salir de la casa familiar al amanecer, cuentan que siempre acompañado de su lobo, con una pequeña mochila a la espalda y tomando dirección a la sierra; las fuentes de información populares ampliaban la jornada indicando que recalaba en La Jara y que allí pasaba días sin bajar al pueblo.

Un misterio, una aguja clavada en los corrillos y tertulias; en definitiva algo intolerable no saber qué sucedía con el “señorito mercenario” y su lobo.

La rutina popular tiene sus ciclos, y el despelleje sus etapas; Alejandro dejo de ser “noticia” eclipsado por el embarazo de la niña de la señá Dolores, al parecer el alcalde podría ser el padre; el pueblo retomó la frívola necesidad de novedades escandalosas.

Doña Elisa falleció en silencio, digna y pulcra abandonó este mundo, sin ruido tal y cómo pasó por él; el Marqués al poco tiempo dejó de rememorar su infancia para entrar en su mundo interior, muriendo en la casa familiar y apagando la luz de los blasones y la tradición.

Del “señorito mercenario” poco o nada se supo, la casa familiar se cerró tras la muerte de sus ocupantes; los funerales se celebraron en Sevilla, y al parecer la escasa fortuna familiar se encomendó a una Fundación nobiliaria, de muy rancia tradición.

Se supo que la Jara le quedó en herencia a Alejandro, pero nunca más se le vio por el pueblo.

Cuentan que pastores y cazadores del lugar lo vieron en la sierra, dentro de los dominios de su finca, con el pelo largo y una barba de profeta, vestido con ropas de camuflaje, y siempre acompañado de su lobo. Del “señorito mercenario” pasó a ser el loco de la Jara.

Dicen que en ocasiones se escuchaban aullidos en la sierra, aullidos de lobo…y la leyenda popular envolvió al loco de la Jara.

Pasaron los años, con su rutina, con sus novedades, pasaron como pasan en los pueblos…repetitivos y anodinos.

Y una mañana, el Seprona localizó el cuerpo de Alejandro, y de su lobo, acribillados a tiros de escopeta a pocos metros del cortijo de La Jara.

Aquello conmocionó no sólo al pueblo y la provincia, fue portada nacional en todos los medios; se detuvo a dos personas acusadas del crimen, las detenciones fueron muy rápidas.

Uno de los asesinos confesos tuvo que ser atendido por graves heridas, terribles mordiscos en cuello y brazos. Pretendían robar en el cortijo del loco de La Jara, eran viejos conocidos del pueblo, delincuentes habituales de los que anidan en cada rincón del suelo patrio; especímenes producto de una sociedad tan peculiar como la nuestra, capaces de “picar el billete” a cualquiera por un par de euros si la cosa se tuerce.

La prensa indagó en el suceso, ríos de tinta cubrieron el papel, y el loco de la Jara dejó de ser una leyenda para conocerse su historia, al menos la que le convirtió en una especie de héroe en Croacia.

Aquel niño, aquel señorito rebelde, el “mercenario y loco de la Jara”, había salvado la vida a un grupo de bosnios refugiados en Croacia; 350 personas en su mayoría mujeres, niños y ancianos, en pleno invierno de 1993, fueron recluidos por las milicias serbias como ganado en una granja de la localidad de Zadar.

Aquellos milicianos fueron asesinando, de manera sistemática y cruel, hasta que quedó un reducido, famélico y paupérrimo grupo de 32 mujeres y niños.

Una noche de febrero, relatan los supervivientes, tres milicianos montaban guardia en el exterior de la granja; se escuchó un sonido extraño, una especie de rugido….sonaron disparos y la puerta se abrió.

Ante aquel grupo deshumanizado, famélico, y más muertos que vivos, apareció la figura de lo que parecía un lobo acompañado de un soldado.

Aquel hombre los sacó de la granja y los condujo a los bosques cercanos, pasaron cuatro días caminando a duras penas, ocultos durante el día, aquel español les procuraba algo de alimento cada noche; cuando se desplazaban el lobo siempre cerraba la columna de refugiados mientras él avanzaba en vanguardia.

Al quinto día llegaron al cuartel de las fuerzas de protección de Naciones Unidas, allí con lágrimas en los ojos aquellas mujeres y niños abrazaron al español. Mucho más tarde, se supo que era un desertor de las fuerzas serbias; un mercenario que intentó pagar su deuda con una guerra asquerosa y cruel.

Alejandro fue enterrado en el panteón familiar, de su perro lobo checoslovaco poco se supo.

En su tumba alguien desconocido escribió con tiza un extraño epitafio……..”no cambiaste el mundo, pero intentaste cambiar”